Es un drama precioso. Visualmente alucinante e históricamente delicadado por el arco en el que se sitúa. Viene a tocar fibras sensibles y eso siempre será motivo de discusión, porque la historia es así, violenta y mortal.
Sin embargo, dejando de lado La Armada de Honor (¡papelazo de rebeldía!), la serie se guía más como un relato ajeno a la guerra (no así a los que la vivieron). Hablada en tres idiomas distintos (coreano, japonés e inglés) y ubicada casi en su totalidad en el agonico Joseon de 1903, con cinco protagonistas cuyos pasados sólo ayudan ha rozar un poco sus extraños orígenes: Un niño esclavo convertido en infante de marina de Estados Unidos; una niña aristócrata que empuñó un arma extranjera para defender los ideales de sus padres muertos; una viuda japonesa que maneja un hotel occidental en pleno oriente; un espadachín renegado, hijo de pobres carniceros, que porta una katana para vengar a los suyos; y un niño mimado, nacido en cuna de oro, que nunca ha conocido el desamor, ni el dolor, ni la segregación de castas, ni la guerra, hasta que se topa con los otros cuatro colegas.
Eso, y un aluvión de personajes divergentes; tiranos y graciosos; nacionales y extranjeros; sirvientes y nobles. Todos metidos en un embrollo titánico de repercusiones históricas que mantiene ese trance perpetuo de obra perfecta montada en medio de un escenario caótico y real de esperanza y muerte.
Sin embargo, dejando de lado La Armada de Honor (¡papelazo de rebeldía!), la serie se guía más como un relato ajeno a la guerra (no así a los que la vivieron). Hablada en tres idiomas distintos (coreano, japonés e inglés) y ubicada casi en su totalidad en el agonico Joseon de 1903, con cinco protagonistas cuyos pasados sólo ayudan ha rozar un poco sus extraños orígenes: Un niño esclavo convertido en infante de marina de Estados Unidos; una niña aristócrata que empuñó un arma extranjera para defender los ideales de sus padres muertos; una viuda japonesa que maneja un hotel occidental en pleno oriente; un espadachín renegado, hijo de pobres carniceros, que porta una katana para vengar a los suyos; y un niño mimado, nacido en cuna de oro, que nunca ha conocido el desamor, ni el dolor, ni la segregación de castas, ni la guerra, hasta que se topa con los otros cuatro colegas.
Eso, y un aluvión de personajes divergentes; tiranos y graciosos; nacionales y extranjeros; sirvientes y nobles. Todos metidos en un embrollo titánico de repercusiones históricas que mantiene ese trance perpetuo de obra perfecta montada en medio de un escenario caótico y real de esperanza y muerte.
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