El autismo no es una enfermedad
Si hay algo que quizá nunca le podré perdonar a Good Doctor es que a lo largo de todo el drama se hablara del autismo como una enfermedad. (Ojo: un drama médico hablando del espectro autista como una enfermedad). No lo decía la sociedad sino los mismos médicos donde Park Shi Ohn se desenvolvía. No lo decían sus enemigos, sino también sus aliados. Y no fue sólo una vez sino varias veces. Eso me dejó de piedra. Hay un límite para la ficción y aquí era buena idea ponerlo.
El veterano doctor que también fungía como su tutor no debería ir por la vida diciendo que Shi Ohn "se aliviará". ¿Aliviarse de qué exactamente? No hay 'cura' para el autismo ni mucho menos para el mal llamado Síndrome del Savant, porque no hay ninguna enfermedad para curar. Este pequeñísimo dato, carecería de importancia si esto no fuera visto por cientos de miles de personas que van por ahí estigmatizando el autismo y quienes lo tienen.
Aun así, Good Doctor no es un drama malo. Flaquea, como sucede muchas veces, allá por la mitad. Las cosas se vuelven un tanto redundantes, porque la trama, en sí, no es compleja y carece de profundidad. Más allá de enseñarnos cómo este peculiar médico intenta con tenacidad y perseverancia mantenerse fiel a sus sueños, no hay mucho más para mostrar. Sin embargo, tampoco es aburrido.
Vale la pena de ver más que nada por el esfuerzo que hacen sus compañeros y superiores en aceptarlo tan y como es, a sabiendas de que será un proceso largo que necesitará grandes dosis de paciencia y otras tantas toneladas de tolerancia.
El veterano doctor que también fungía como su tutor no debería ir por la vida diciendo que Shi Ohn "se aliviará". ¿Aliviarse de qué exactamente? No hay 'cura' para el autismo ni mucho menos para el mal llamado Síndrome del Savant, porque no hay ninguna enfermedad para curar. Este pequeñísimo dato, carecería de importancia si esto no fuera visto por cientos de miles de personas que van por ahí estigmatizando el autismo y quienes lo tienen.
Aun así, Good Doctor no es un drama malo. Flaquea, como sucede muchas veces, allá por la mitad. Las cosas se vuelven un tanto redundantes, porque la trama, en sí, no es compleja y carece de profundidad. Más allá de enseñarnos cómo este peculiar médico intenta con tenacidad y perseverancia mantenerse fiel a sus sueños, no hay mucho más para mostrar. Sin embargo, tampoco es aburrido.
Vale la pena de ver más que nada por el esfuerzo que hacen sus compañeros y superiores en aceptarlo tan y como es, a sabiendas de que será un proceso largo que necesitará grandes dosis de paciencia y otras tantas toneladas de tolerancia.
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